Habrá que fingir ante los demás, andarse con mentiras; jugar a ser alguien más: pordiosero, tonto, excéntrico. Habrá que hacer un enorme acto del vivir

martes, julio 10, 2007

Mandrillus sphinx



al mandril de la ciudad



Aquella tarde,


nacida y muerta aquel día,


invité a cuanto mandril conozco


a mi casa;



a los unos y a los otros,


a los de aquí y los de allá…



los muy desalineados fueron llegando


como era de esperarse,


la gritera y los platanazos ante todo;


algunos se habían organizado para estrellar los gruesos cristales


de lo acostumbrado con fragmentos de alaridos de viejos


mandriles


ojos amarillos;


otros, los más callados,


se divertían colgados en el árbol de la hilaridad y la irreverencia


que está a la entrada de mi casa.


Los pequeños sólo veían, esperando su turno,


bebiendo de un junco de hermosura fermentada.



Algunos simios y algunos macacos se colaron a la reunión,


pero sin duda el mandril fue quien sobresalió,


hizo de la fiesta un rugido y un regocijo de nalgas rojas.



Esa, aquella tarde,


nacida y muerta aquel día,


hubo tremenda celebración,


no se pintó ninguna barda


ni se actuó ni se leyó en la calle;


no se empapeló a nadie, ni se quedaron sueltas las manos


en su casa.



Por eso cuando una trompa de colores se pasea,


a dos o cuatro puntos,


pincel en pata


o guitarra al lomo,


con la lengua atascada en la palabrería


o colgado o de maroma en maroma…


cuando eso suceda en la calle


o en algún teatro o en alguna azotea;


volteen señoras, señores volteen


que el mandril


comienza a reunirse,


comienza a expresarse


y no creo, en lo personal,


que a estas alturas


llegue ya


a detenerse


ya.