Habrá que fingir ante los demás, andarse con mentiras; jugar a ser alguien más: pordiosero, tonto, excéntrico. Habrá que hacer un enorme acto del vivir

miércoles, agosto 30, 2006

...el Mandril


Que alguien pesque a ese mandril.
Ese, el que se va escabullendo entre la multitud
como si bailase,
el mandril que gira incontrolablemente.
Ese, el bailarín que rasca y se eleva,
el insaciable mandril

Que alguien detenga su danza,
la armoniosa,
la bendita danza inacabable,
la eminente, la iracunda danza..

Sólo es un mandril que gira
inhumano e insolente.
Un mandril sobre un cubo traslúcido e impreciso,
una tela que se extiende tenue y alzada,
la vivaz manera en que los inconcientes
o los locos se fugan, así nomás de la responsabilidad
que les tocó.

Que le pesque alguien,
que no se dan cuenta que la perfección no existe,
es una ilusión que se desata ante nosotros,
una víbora,
es un mandril víbora,
un mandril víbora arriba de una hoja,
una encarnación que se descarna.

Es un hombre vencido ese mandril.
Que le pesque alguien ya
y se haga con él un sombrero o una bufanda.

Es un baile que nos infecta,
es la ceguera.
Mandril iracundo, endemoniado, desprovisto;
incontable mandril.

Visto desde arriba es un caballo con esparaván
o es sólo un mandril…
el que baila
que alguien le pesque,
que alguien pesque a ese mandril.

domingo, agosto 27, 2006

Historias



No, las historias no se inventan, hay que ir afuera a robárselas a la gente o hay que sentarse a esperar que alguien te traiga una. Yo llevo tiempo buscando alguna también. Quisiera encontrarme con alguien que tenga alguna obsesión absurda o una pasión por algo que no existe. Quisiera conocer una mujer que se dedique… no sé… a visitar los bares… no sé… en busca de un bajista de blues, un bajista triste de blues, que a lo mejor tuvo la oportunidad de conocer pero que ni ella está segura de lo que realmente pasó. Tal vez un bajista con los tonos más tristes que jamás escuchó, capaz de mantener una nota triste durante un largo tiempo. Un bajista que podría pasar desapercibido en el bar; sentado en un rincón con una dilatada luz encima del sombrero, los ojos ocultos, un cigarro recargado en los labios y aquel bajo lento que le duerme entre los dedos bosteza un si bemol y se queda ahí, escuchando lentamente al baterista. Las personas del bar y sobre todo ella, no se dan cuenta de la presencia del bajista, pero tienen un presentimiento de esos que se sienten en la panza, de que existe. Como si el bajista se escondiera detrás de un telón, su sonido es lejano, escondido también. Las personas del bar no pueden dejar de voltear a sus espaldas, a sus costados como si los observaran; de pronto una nota aguda le brinca del hombro al bajo y las personas se sorprenden, se extrañan y vuelven a sus vasos. También debajo de las sillas está el bajo, como humillado, secreto. En ratos es una vibración en la coronilla, un zumbido en el paladar y un cosquilleo en las encías al mismo tiempo. ¡Tummm! se resuena el entrecejo también a veces. En un momento, cuando todos hablan, él se descuelga el bajo, lo recarga en el esqueleto de un piano y se levanta. La mujer le ve los flacos brazos, la silueta flaca y entiende que ha dejado de tocar porque siente que algo se le murió dentro. El bajista sale a la calle y ella deja su cerveza y sale a la calle pero no lo ve, regresa pregunta por él, al barman, a los meseros pero nadie sabe darle respuesta. Ella entiende que el bajista ha dejado de tocar porque algo se le murió dentro. Desde entonces se le ve por ahí, en cualquier bar, llagando, bebiéndose una cerveza y preguntando y saliendo con algo muerto adentro.

a Cronenberg


i

Hay un gusano tibio que vive en este pulmón,

un hueco…

las venas como calles con gente

y los gritos que nos caen acá

como pedradas

pintadas.

¿Quién es usted

Señor Confuso?

Hay un gusano tibio entre las paredes

que no termino de cansarme;

porque a la vez soy todos:

los muertos, los ni tan muertos;

los gritones y el que se calla

los amoratados,

la mujer sentada loca y ciega

que le pasa por enfrente un río

de bocas y gargantas

pero ni cuenta se da.

Soy también la mujer gorda

que ríe y come en mesas largas;

y soy su marido

y las amigas

y los amigos de marido

y sus amigas.

De pronto heme aquí solo

en un rincón de la casa

con todas las calles,

un gusano tibio

que me descansa en el pulmón,

¿Quién es usted

Señor Confuso?

Soy el gusano también

y heme aquí,

parado en un rincón de la casa

con todas las calles.

Señor.




ii




De nuevo el silencio

el cosquilleo tras las orejas,

bajo los brazos.

De nuevo la mirada

que todo lo ve,

el cuerpo que todo lo escucha.

Me he quedado quieto en esta silla,

espero.

La bañera se muere,

los ojos se van a dormir

y mi cuerpo despierta,

se vuelve otro

y quiere irse.

Me brota, de la boca, el cangrejo.

Un mundo de espinas que se despliega

como un acordeón que grita,

se revuelca.

Tengo una calle adormecida

entre los dedos,

en la lengua tengo al tiempo

deformado, es como la cola de la iguana

que se retuerce

y desangra en verde.




iii


Regreso derrotado desde

el sartén de la vida.

No entendemos a los sacerdotes

dice todo mundo

y a mí me queda rascarme el paladar

con esta cuchara inoxidable

que alguien más tiro.

Se supone que aquí se sienta uno a esperar,

¿suele entonces estarse quieto el parque?

No he dejado de pensar

en los barcos de los cuales escribía

hace años

en otro cuarto.

Ayer visité a un tío y escuchamos música,

no nos quedó de otra que estar ahí,

al fondo de nosotros mismos,

tras nuestras vidas.

Ayer también me callé la boca,

intenté ausentarme un poco más.

Como siempre salió al tema

un gato,

de pasada,

a lo lejos.

Fuimos lo que teníamos cerca,

a la mano.